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Seguridad, comercio e infraestructura: Estados Unidos acelera su plan para frenar el avance de China

Joe Biden anunció dos millonarios proyectos para hacerle frente al gigante asiático. Asia es la mayor preocupación, pero la Casa Blanca mira con atención a América Latina.

La Casa Blanca parece despertar ante el incesante plan de China por expandir su influencia a nivel global, pero más particularmente en América Latina. En el último mes Joe Biden anunció dos millonarios proyectos de infraestructura y desarrollo que, sin decirlo explícitamente, apuntan directamente a frenar el avance de Beijing.


El primero de los paquetes lo anunció el presidente norteamericano durante la Cumbre de las Américas que se realizó en Los Ángeles. Frente a los líderes regionales -que no fueron todos por las exclusiones impuestas por Washington y los que “boicotearon” el encuentro como México- Biden lanzó la “Asociación de las Américas para la Prosperidad Económica” con el fin de inyectar 50.000 millones dólares en esta parte del mundo.


En un entorno más global y con líderes europeo, Biden también anunció en el G7 celebrado en Munich un plan todavía más ambicioso al que llamó “Asociación mundial para las infraestructuras” (Partnership for Global Infrastructure). Aquí el objetivo redobla al anterior y apunta a invertir 600.000 millones de dólares en infraestructura en naciones en desarrollo para 2027.


“Hay una especie de urgencia o de constatación de parte de Biden de que se dejó estar al hemisferio occidental, China ganó espacio y ahora hay que recuperar esa influencia perdida”, le explicó a TN Francisco Urdinez, profesor de la Universidad Católica de Chile, investigador del Wilson Center de Estados Unidos y especialista sobre China en América Latina.


Las “amenazas” para la seguridad de Estados Unidos

Si bien muchas veces se relaciona el temor de Washington por el avance chino en una óptica económica, lo cierto es que el sistema global que se instauró desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hace que las principales potencias piensen sus estrategias sobre todo en términos de seguridad e integridad territorial, en sus propios países como en los de sus aliados.


Esto incluye tanto las capacidades militares como así también el desarrollo tecnológico, en inteligencia artificial, infraestructura digital e innovaciones en computación y armamento. “Lo que más le preocupa a Estados Unidos respecto a China es el tema de la seguridad”, afirma Eduardo Alemán, profesor de ciencia política de la Universidad de Houston. Una mirada del realismo teórico que se traslada hasta el Departamento de Estado.


“La zona de mayor preocupación es en Asia, cerca de China”, puntualiza Alemán, para luego agregar: “Estados Unidos tiene vínculos económicos fuertes con países importantes como Japón, Taiwán, India y Corea, entre otros, y la propuesta frente al G7 viene a complementar una estrategia mucho más robusta en el aspecto de seguridad”. Hay iniciativas de defensa conjunta con estas potencias regionales, vecinas de Beijing.


Xi Jinping sabe de estos planes y también actúa en relación a ello. Busca consolidar su influencia en el sudeste asiático, pero sobre todo asegurar su integridad territorial. “Los proyectos chinos se enfocan en inversiones que garanticen su seguridad energética, alimenticia y que le permita generar vínculos políticos que fortalezcan su posición en organismos internacionales”, explica el especialista en China Francisco Urdinez.


El fantasma siempre presente de la Ruta de la Seda

El megaproyecto que el gigante asiático primero lanzó para respaldar obras de infraestructura en Asia y que luego se terminó extendiendo en todo el mundo a través de distintas variables es un gran paraguas bajo el cual se mueve China con sus ambiciones políticas, tecnológicas y de seguridad. Desde lo económico, la sumatoria de acuerdos ya se convirtieron en un tren difícil de frenar.


“Estados Unidos no puede hacer nada para impedir el crecimiento del comercio y las inversiones chinas en América Latina, en los últimos años China lo superó en distintos rubros”, enfatizó Diego Guelar, exembajador en Washington y Beijing, en diálogo para este artículo. Su comentario apunta hacia lo que siempre la Casa Blanca consideró su “patio trasero”, la región Latinoamericana.


Sucede que, tal como publicó la agencia Reuters sobre datos comerciales de Naciones Unidas entre 2015 y 2021, salvo en México -principal socio comercial de Washington- la brecha comercial entre ambas potencias en América Latina creció desde 2018 en favor de Beijing. En el último año la balanza comercial entre la región y China alcanzó casi 247.000 millones de dólares, mientras que con Estados Unidos llegó a 174.000 millones.


Para cortar esta brecha es que uno de los principales anuncios de Biden en la Cumbre de las Américas fue la creación de una asociación entre los países regionales, entre los que priorizó a los principales exportadores de alimentos como Argentina, Brasil, Canadá y México. La Casa Blanca confía en que el poder de influencia social y político sea suficiente para que el déficit económico no ponga en riesgo la histórica presencia norteamericana en el sur del continente.


¿Cómo será la relación con el “nuevo giro” hacia la izquierda de la región?

Las últimas elecciones presidenciales confirmaron la tendencia que están tomando los países de América Latina: cada vez más gobiernos son de izquierda o reivindican los principios de ese sector. Los triunfos de Gabriel Boric en Chile, Pedro Castillo en Perú y recientemente Gustavo Petro en Colombia son ejemplo de ello. La avanzada final se daría con el hipotético triunfo de Lula en Brasil en octubre.


La memoria del eje bolivariano de los 2000 vuelve a reflotar y es una incognita saber si algo similar puede suceder en la actualidad. “Hay que ‘relativizar’ este giro, tanto Petro como Lula -si es elegido- no rechazarán el vínculo con Estados Unidos sino que se correrán al centro para facilitar el diálogo”, analizó el embajador Diego Guelar.


En la misma línea, Francisco Urdinez explicó que en los 2000 “China sirvió como una palanca económica ante la ausencia de relaciones con Washington” en la llamada era de la “marea rosa”, pero en los últimos años “la correlación entre ideología e intensidad del vínculo con Beijing se hizo muy difusa”. En limpio, los capitales chinos no se concentran por afinidad política sino por rendimiento de los balances.


Por último, Urdinez plantea un debate que se repite desde el seno de poder de la Casa Blanca y deja abierta la hoja de ruta a futuro: ¿Estados Unidos debe competir contra lo que China posiblemente sea más competitivo, como es la provisión de financiamiento de infraestructura? ¿O debe concentrarse en su poderoso softpower y amplia ventaja cultural que ganó hace años y mantiene de forma estable en gran parte del mundo?


Fuente: TN



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