Ocurrió en Bahía Blanca. El ex militar, de 77 años, mató a Brian Verna Batalla (29) luego ser agredido.
Apenas oyó los disparos, pensó que se trataba de tiros al aire, de una intimidación, “una más” de su padre hacia su hijo. Del abuelo a su primer nieto. Pero apenas salió, cruzó la calle y lo vio en el piso, en un charco de sangre, supo que era irreversible. La experiencia de años trabajando junto a médicos así se lo indicaba.
Mariel Verna Batalla (49) es instrumentadora quirúrgica y recibió a Clarín en el living de su casa, en el barrio Nueva Bahía Blanca, a unas 40 cuadras del centro de la ciudad. Mientras, alguien entra y deja cuatro bolsas grandes de alimentos para sus varias mascotas, desde el lunes pasado, su única compañía cotidiana.
Ese día su padre, Domingo Faustino Verna (77) mató a balazos a su único hijo, Brian Alexis Verna Batalla (29). Ocurrió en el acceso a la casa de Juan Carlos Cobián y Sócrates, a no más de 20 metros del lugar del sillón en el que Mariel, con esfuerzo, repasa el desenlace, tan violento como inesperado.
Fueron cinco disparos los que le lanzó Domingo a Brian después de que su nieto atacara la puerta de su casa a patadas. Previamente, el joven lo había atacado a golpes, en la cabeza y en el cuerpo, según se ve en la cámara de seguridad de la vivienda que registró toda la secuencia. Tras la balacera, Brian tambalea y cae.
ADVERTENCIA: Imágenes sensibles
El miércoles, tras negarse a declarar por consejo de su abogado, Verna fue dejado libre, debido a su edad y la pena en expectativa. En la fiscalía de Homicidios sigue imputado por el crimen y evalúan la prueba recogida y ordenada, para determinar si pudo haber actuado en legítima defensa o en un exceso de ella.
El mismo miércoles por la noche, Verna volvió a su casa, la de la esquina, donde una guardia periodística, con una cámara y un dron, aguardan infructuosamente por su salida. Enfrente, Mariel, una de sus tres hijos, como puede, afronta el dramático momento.
“Mi situación es de incertidumbre sobre cómo continúa esto. Al mismo tiempo, siento tranquilidad porque mi hijo está descansando de su cabecita. Por la enfermedad mental que le provocaron”, dijo Mariel sobre lo que Brian afirma que vivió con sus abuelos, cuando se mudó de su casa.
Aseguró que la relación empeoró “cuando ellos (por sus padres) dejaron de darle la medicación que necesitaba tomar. Lo hicieron cuando yo se los dejaba cuando tenía guardia”.
La mujer comentó que su hijo sufría un trastorno de la personalidad e hiperactividad de chico, por lo que desde los 6 años lo hizo atender en Buenos Aires.
“Tengo el diagnóstico del médico que lo atendió, donde requería un tratamiento psicológico y medicación”, dijo. Más adelante, surgió el temor de que cayera en una depresión y, junto al abuelo, decidieron internarlo en una clínica psiquiátrica de Bahía Blanca. “No le gustó nada, pero era por su salud y la mía. A los dos meses, le dieron de alta”, recordó.
Más tarde, Brian se fue a vivir con sus abuelos, cerca del centro neuropsiquiátrico del Hospital Provincial Doctor José Penna. “Estuvo como tres años viviendo con ellos y yo no supe nada de él, porque le crearon un odio hacia mí”, afirmó.
Definió al tiempo que Brian vivió con los abuelos, como “un ambiente de humillación y discriminación que le afectó a la salud y lo que lo llevó a volverse a vivir conmigo”. Al regresar, notó un cambio para mejor, pero aparecieron problemas con la alimentación.
“Todo lo que comía lo despedía y tenía hemorragias. Le conseguimos una medicación muy costosa que, sino la tomaba, debía operarse”, recordó su madre. Todo lo atribuyó a la presión psicológica que recibía en la casa de sus abuelos.
“Ellos creyeron que lo iban a educar bajo las órdenes, indicaciones y un garrotazo y esa no era la forma, menos a una persona con los trastornos que tenía”, agregó.
Verna, un militar retirado, es conocido en el barrio por su actividad como fomentista.
Mariel sostuvo que su padre “siempre fue muy manipulador, de querer imponer todo”. Y añadió que su hijo había conseguido un trabajo en el área de Espacios Verdes del municipio, pero tuvo que dejarlo porque su abuelo se interponía entre él y su jefe y le ordenaba lo que tenía que hacer.
“Lo controlaba permanentemente. Le decía cuántas bolsas tenía que cargar, fijate esto, fijate el otro, que el cerco lo cortaste mal… siempre persiguiéndolo y agrediéndolo verbalmente”, describió sobre la última experiencia laboral de Brian. “Pidió el traslado a otro parque y no se lo autorizaron, por lo que tuvo que renunciar”, contó la mujer.
En la capilla en la que lo velaron, se enteró de que su hijo, que cursaba el último año de secundario en una escuela para Adultos, estaba a punto de conseguir otro trabajo. “El padre de la novia me dijo que hoy, jueves, tenía una entrevista con el gerente para que ya comenzara a trabajar. Y quedó todo en la nada”, se lamentó.
“La relación entre los dos era pésima y mi hijo trataba que no quedarse nunca solo con él. Le decía a la novia que lo acompañara desde el trabajo a la casa”, ejemplificó sobre el temeroso vínculo entre el abuelo y el nieto. “La novia sabe muchas más cosas sobre eso”, acotó Mariel y volvió a la pelea previa al desenlace del lunes.
“Ella, la novia, me dijo que mi padre le dijo algo muy feo, muy hiriente, pero que en ese momento no me lo quiso decir. No sé qué palabra le dijo, pero el comienzo de todo fue de parte de mi padre”, remarcó Mariel, sobre la reacción de su hijo previa al ataque. Para la mujer, todo fue premeditado por Domingo.
“Sé que le dijo ‘andate, Marta’, mi madre, antes de dispararle”, aseguró. Recordó la pelea por un dinero que le reclamaba a su hijo (“Me lo vas a devolver con intereses, le decía”) y lo acusó de espiar a Brian a través de las cámaras de seguridad que tenía en su casa y que registraron toda la escena.
Antes de la pelea y los disparos, se ve a Aldana, la novia de Brian, cómo se aferra a él, para evitar, sin éxito, el enfrentamiento. La chica es arrastrada por la furia del joven, mientras cuatro perros no dejan de ladrar. Luego de la balacera, con el joven en el piso, se ve a Mariel cruzar la calle, recriminarle a su padre y tomarse la cabeza.
“Me podía haber costado la vida también a mí, por la saña que hubo. Nadie me lo cuenta. Yo lo viví, como si fuera una película, con la saña que le tiró los tiros. Mi madre decía “mirá lo que le hicieron, después de darle de comer durante dos años”. Los dos están mal psicológicamente y necesitan atención, como se los dijo mi hermano que es médico”, concluyó.
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