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  • Foto del escritorNQP/NOTICIAS

Neuquén: los neuquinos que festejaron el triunfo de Argentina a 4.709 metros de altura

Un grupo de ocho neuquinos y dos guías hicieron cumbre en el Domuyo cuando ganó la Selección. "Casi nos da un ataque de pánico", dijeron.

"Fue una cosa mágica que no vamos a olvidar nunca. Estar ahí, en medio de la montaña y ser campeones", dijo Alejandra Parada, la chosmalense que ayudó a un grupo de ocho neuquinos a subir el Domuyo y llegar hasta la cima. Ella y el guía responsable del grupo, Beto Fuentes, con 87 cumbres en el "techo de la Patagonia".


No lo habían planeado. Salió así, y allí estaban, a 4.709 metros de altura, parados ante la inmensidad del cerro y con un descenso por delante. "Fue una coincidente muy linda, estar ahí haciendo fuerza para que gane Argentina, algo impresionante", agregó la ayudante guía.


Salieron de Chos Malal el viernes para hacer una travesía con escalas en el campamento base y en los 3.800 metros de altura, de donde salieron a las 5 de la madrugada del domingo para hacer cumbre a las 11. El tiempo había estado muy feo, con truenos, viento y granizo, que los obligó a permanecer en la carpa hasta horas antes de subir. Sin embargo, esa mañana las condiciones climáticas mejoraron y salieron del campamento con una calma que presagió el mejor de los días.

Era la primera vez para la mayoría de los neuquinos que ascendían al Domuyo, y nadie se bajó a último tiempo para ver la final en su casa en familia. Se habían estado preparado todo el año y estaban a un paso de lograrlo. Pero entonces nunca hubiesen imaginado que ese domingo, además de la adrenalina de hacer cumbre, iban a vivir el festejo de la Copa del Mundo como un grito en la montaña que pudiera llenar todos los espacios y correr a la velocidad de la luz. Si eso no es tocar el cielo con las manos, qué es. Dos veces y al mismo tiempo: una porque llegaron, dos porque vivieron el festejo de Argentina campeón.


"No había nadie. Ni el Ejército estaba, se habían ido todos. Nosotros, nada más. Después llegaron otros chicos para hacer otro ascenso". Ella iba atrás, cerrando el grupo, para cuidar a la gente durante el ascenso y el descenso. En el otro extremo, Beto Fuentes; y lograron que todos pudieran llegar y llegar bien. "Eso fue un golazo, como ganar otro campeonato. La alegría máxima", dijo Parada.

Cargaban con muy poco peso: una mochila con agua, comida y abrigo. Algo de calzado, casco, cuerdas y otros elementos del equipo técnico. También llevaban una radio que sintonizaba bastante bien una FM de Tricao Malal, más la camiseta de Argentina, la bandera y otros distintos de la albiceleste, hasta pinturas. Pero llegó la hora de bajar, y los primeros goles fueron pura alegría. Hasta ahí dominaba la tranquilidad. No había una nube que turbe ese día soñado.


Más adelante vino el empate y los penales, y los nervios llegaron en el momento de mayor dificultad de la travesía. Estaban en la zona roja conocida como la Montura, donde el sendero se hace angosto y las piedras están sueltas, donde un descuido puede costarles la vida.

"Era un nerviosismo que nos temblaban las piernas, pero con mucho acompañamiento lo pudimos hacer. Fuimos bajando de a uno, con un metro de distancia y el cien por cien de la atención en nuestras pisadas. Beto nos iba transmitieron el partido, y en una cornisa donde se puede esperar hicimos flamear la bandera", contó Parada. Todos mayores, de entre 50 y 60 años; y con una emoción indescriptible que arrancó algunas lágrimas.


María Elcira, docente jubilada, fue parte de la increíble experiencia que convocó a un grupo de 10 personas, recordó ese momento, el de mayor adrenalina: "Había que clavar el ojo para ver dónde pisar y a la vez escuchar el partido; y no sabíamos si concentrarnos en la bajada o en los penales. Fue terrible y muy emocionante. Yo con mi bandera argentina, cada vez que escuchábamos un gol, la hacíamos flamear; y eran gritos en fila india, todos pintados como niños. Nuestros corazones explotaban de alegría".


Fue muy emocionante para todos. Un desafío enorme e impensado subir el Domuyo escuchando la final de Argentina que la consagró como campeona por tercera vez. "Podría haber sido en otro horario el partido y en otro lugar, pero salió todo redondo. Yo pienso que las cosas a veces son por algo, y nos tenía que tocar ahí para hacer fuerza y que ganara Argentina", agregó la jubilada montañista.

Hubo momentos de mucho sufrimiento que arrancaron lágrimas por los hijos que crecieron con Messi y no sabían lo que se siente festejar una copa mundial. "Era la congoja que nos dio por ellos y por Messi, que fue el sueño de él y está a un paso de irse. Se lo re merecía igual que los otros chicos", confesó Parada.


Por fortuna ganaron y este grupo de montañistas nunca se quedó sin señal. Pudieron escuchar el partido hasta el final y festejar como millones de argentinos, pero a miles de metros de altura y en circunstancias que fueron un sueño. Otro hecho feliz que no siempre se da en la montaña. Sin ir más lejos, no tuvieron la misma suerte cuando fue la disputa que libró la Selección contra Holanda. Habían ido a la Tapaderas, cerca de Manzano Amargo, y aunque buscaron señal, no la encontraron. Se enteraron por mensajes de texto cómo iba Argentina.

"Se nos juntó todo, estamos felices", concluyeron.


Fuente: LMN/NQP

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