Seis meses pasaron ya de aquella madrugada del 25 de mayo, cuando un artefacto explosivo colocado en la sede bahiense de la agrupación justicialista La Cámpora provocó varios destrozos en el frente e interior del edificio y trajo a la memoria, en pleno siglo XXI, recuerdos de un pasado que -se esperaba- había quedado enterrado.
El estallido se dio en la esquina de Beruti y Donado, pasadas las 3 de la mañana. El horario y el encierro por la pandemia colaboraron para que no se registraran víctimas ni heridos. Las pérdidas materiales y los destrozos no se limitaron al edificio, sino que la onda expansiva provocó que ventanas y vidrieras de departamentos y comercios de las inmediaciones volaran en pedazos. El estruendo se escuchó en varias manzanas a la redonda.
En la calle, en las veredas, en el piso, tanto dentro como fuera del local, un mensaje cuasi mafioso en forma de panfletos teñía de negro aún más la madrugada de Bahía Blanca: "A cuidarse, traidores, sabemos donde viven. Estamos hartos de todos ustedes", rezaba, amenazando con el inicio de una “purga” generalizada.
Las redes sociales fueron inmediatamente el sitio por donde se esparció la noticia; después llegaron los medios de comunicación. Referentes justicialistas y de La Cámpora locales y nacionales se hicieron eco del hecho, y calificaron lo ocurrido como un suceso de “violencia política”; los repudios también llegaron desde otras agrupaciones políticas.
Fue una causa común: en pleno aniversario de la formación del primer gobierno patrio, una institución de la democracia era víctima de un atentado. El reclamo de una investigación exhaustiva, la búsqueda de culpables y la determinación de no dejar impune el hecho fueron los puntos en común de todos los mensajes.
La Justicia y las fuerzas de seguridad se movieron rápidamente. Más allá del accionar policial local, en pocas horas llegaba a la ciudad personal de la Unidad Antiterrorismo. El secreto de sumario era casi inexpugnable, pero se supo que algunas cámaras -las que funcionaban- habían captado movimientos en las inmediaciones. Se pidió información a aquellos vecinos que pudiesen haber hecho algo, se consiguieron imágenes poco nítidas, se cruzaron líneas telefónicas y hasta se llevó a cabo un allanamiento en Tandil.
Nada esto resultó.
Hoy, a seis meses de aquella jornada, la explosión en Beruti y Donado continúa siendo un misterio. De hecho, pareciera que en determinados círculos se prefiriera no hablar del tema.
En ámbitos judiciales, si bien se apuran en aclarar que la causa continúa abierta, se encuentran limitados por la falta de nuevas líneas investigativas para indagar. Existen imágenes de los supuestos culpables, pero la mala calidad de las imágenes impide identificarlos. Por el momento, da la sensación de que la pesquisa hubiese llegado a un punto muerto.
Los reclamos de justicia también parecen haberse apagado. Más allá del ímpetu de los primeros días, en los que -entre otros- hablaron el gobernador Axel Kicillof; el ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, y el por entonces jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, con el correr del tiempo esos pedidos fueron desapareciendo. La propia Cristina Kirchner mantuvo un encuentro con representantes locales de La Cámpora, a quienes les manifestó que era necesario que el Estado utilizase todos los recursos posibles para esclarecer lo ocurrido. En octubre volvió a recordarse el tema, aunque sea a través de las redes sociales. Lo hizo La Cámpora, a través de su cuenta de Twitter, desde donde señalaron que “a la fecha -por el 15 de octubre- la Justicia no encontró a los autores del hecho ni produjo ningún avance significativo en la causa”, pidiendo que ese “delito de extrema gravedad no quede impune”.
El atentado en la sede de Clarín, en la noche del pasado lunes, también generó una referencia obligada a lo ocurrido en Bahía Blanca: “No hay registro audiovisual. Pasaron 183 días, no hay avances en la causa y el hecho permanece impune”.
Sin embargo, más allá de los reclamos a nivel nacional, por el momento parece que el silencio rodea lo que pasó aquella madrugada, hace ya seis meses. A nivel local, la falta de respuestas claras es la única contestación ante cualquier interrogante. La Justicia asegura haber agotado todas las líneas investigativas que surgieron.
Lo único que queda es el recuerdo de una explosión en medio de la madrugada, vidrios y panfletos desparramados por doquier, y una imagen pixelada burlándose de la falta de respuestas.
Y un silencio que, parece, nadie quiere romper.
Fuente: La Nueva
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